jueves, 17 de diciembre de 2009

LA DIGNIDAD GANADA

LA DIGNIDAD GANADA.

Esta mañana, 11:00. Pasillos de la estación de metro de Sol. Un aciano tocaba el violín para obtener unas monedas. Bien vestido con traje gris impoluto, corbata y gabardina. Estaba acompañado por una anciana, posiblemente su esposa, también bien vestida con falda marrón y chaquetón.

En el suelo, el estuche del violín con un plato para recoger las limosnas y un cartel pidiendo que no les hicieran fotografías, lo que indica que son habituales en este oficio de tocar y pedir limosna en los pasillos del metro.

Las melodías eran conocidas y el anciano las interpretaba leyendo unas partituras. Pero el anciano no tenía atril. Su esposa, con sumo cuidado, sujetaba las partituras de modo que el anciano pudiera leerlas con facilidad.

Muchas conclusiones se pueden extraer de este hecho. La primera, y fundamental, es que la sociedad del bienestar está hecha trizas cuando dos ancianos tienen que complementar su pensión mendigando en el metro.

La segunda, y no menos fundamental, es que esos ancianos son la encarnación de la conservación de la dignidad humana más profunda que no han perdido y que se han ganado a lo largo de sus vidas.

La tercera, que no intentaban dar lástima, lo que se reflejaba en sus ropas y su compostura. Piensan aún que el arte y la dignidad están por encima de la compasión, la lástima y el fingimiento de la pobreza.

Una imagen para no olvidar.

2 comentarios:

  1. Magnífica observación! La dignidad está siempre por encima del dinero pero hoy día muchos políticos venden su dignidad y la de sus pueblos por dinero. ¡Qué pena! La cumbre de Copenhague puede ser un ejemplo de eso...

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  2. ¿Nada más que los políticos, Lino? Ejecutivos de empresas, empleados, funcionarios... Sobre sus (¿nuestra?) conciencia pesa más la hipoteca, el audi, la apariencia, la segunda residencia... que la dignidad. "Todo se compra este día / todo el dinero lo iguala", que decía Quevedo.
    Sobre Copenhague: ¿un ejemplo de indignidad? Más diría que un ejemplo de inutilidad máxima, como fueron Kyoto o Río. Un papel sin validez, sin compromisos. Los jefazos todos contentos, y el resto, una vez más, a joderse.
    Por ese motivo mis obsrvaciones o reflexiones se fijan en las cosas cotidianas, en el metro cuadrado en que habito. El resto es exasperante.

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