domingo, 20 de diciembre de 2009

TURISMO HUMANITARIO

La participación empresarial y particular en proyectos humanitarios que llevan a cabo gran cantidad de instituciones sin ánimo de lucro, dentro y fuera del país de referencia y origen, ha generado el desplazamiento al terreno de ejecución de proyectos (que puede ser el hospital de la propia ciudad o la más recóndita aldea de Rwanda) de muchas personas que, de algún modo, quieren colaborar directamente en la promoción de los más desfavorecidos.

Entre las personas que se desplazan al terreno, se debe distinguir claramente entre voluntario y cooperante, con el fin de que no se produzcan equívocos. Es voluntario el que dedica una parte de su tiempo libre (de su jornada laboral o vacaciones) en prestar un servicio en el terreno a algún sector desfavorecido, y generalmente a través de una ONG. La virtud más deseada en el voluntario es la constancia.

Es cooperante el que va al terreno a prestar un servicio profesional, generalmente poco remunerado, pero al cabo recibiendo un estipendio por sus servicios.

Ambas acciones son loables.

Menos loable es, sin duda, el desplazamiento al terreno de personas muy conocidas (“famosos”) que mediante su visita esporádica a un proyecto ganan imagen para sí mismo y para la ONG que gestiona el proyecto que, incluso, aprovecha la repercusión organizada de la visita en los medios para realizar una acción de recaudación fondos.

Entre las tres categorías de colaboración, ha nacido el “turismo humanitario”, que en ocasiones está perfectamente organizado y en otras no tanto.

Esta cuestión ha salido peligrosamente a la luz con el secuestro de tres voluntarios que se desplazaban en caravana a los campamentos de Tinduf con ayuda humanitaria, y sobre todo con los “amables” calificativos que cierto escritor ha lanzado sobre ellos en un artículo publicado en algún medio.

Mal andamos si con esto se comienza con un “turismo humanitario” como alternativa de ocio tranquilizador de conciencias.

El cooperante, el voluntario y el visitante a un proyecto, cualquiera que sea su condición, debe conocer de antemano las condiciones sociopolíticas del terreno y, sobre todo, los riesgos que puede o no puede afrontar en su visita. De ahí las vacunas, los cursos previos, etc. Y si todas estas circunstancias arrojan un panorama dudoso, se debe anular esa visita dejando hacer a los expertos.

Quizás el secuestro producido y al que se alude, conociendo todas las circunstancias, hubiera podido evitarse suspendiendo la visita. El riego existía puesto que el secuestro se ha producido. Pero más aún, una vez producido el hecho, se debe tener la máxima prudencia, porque su liberación no depende de la negociación diplomática entre dos Estados, sino en la negociación a tumba abierta entre un Estado y unos terroristas.
Que todo termine felizmente.

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