viernes, 30 de abril de 2010

LA REPÚBLICA DE LAS LETRAS Y DE LAS LENGUAS.

El lamentable aunque esperado fallecimiento de Miguel Delibes ha puesto muchas cosas y a muchas personas en su sitio, encabezando esta reubicación natural la familia real por su elocuente ausencia de las exequias.

Este hecho luctuoso ha disparado exponencialmente la venta de las enormes novelas de Delibes, incluyendo el fantástico monólogo con Mario y el gran canto contra la intransigencia de El Hereje.

A comparar, se han dicho los nuevos lectores del vallisoletano, y han descubierto una literatura honda, de un lenguaje exquisito y de una trama y argumento impecables que nada tienen que ver con gran parte de la narrativa y la literatura hoy al uso.

Delibes ha demostrado que el trabajo silencioso, en el cuarto estrecho de las letras, alegado de oropeles, es el efectivo. Más fructífero que el trabajo realizado a la luz de los premios y las ventas.

Con el resucitar de las obras de Delibes ha comenzado la devaluación de la república de las letras a la moda.

El castellano ha vuelto a ser protagonista y piedra angular de las letras.

Pero en el Senado, con la aspiración de que cada cual hable la lengua que quiera y los demás puedan entender a través de traductores, se ha desplumado la gallina de la república de las lenguas.

Lo del Senado incita a una reflexión. Háblese en la lengua que se hable, pero háblese y llegue el entendimiento, tan necesario. Y además, háblese bien. Los oradores del Senado parecen niños deletreando, y pido perdón a los niños porque lo hacen mejor que los senadores.